lunes, 14 de febrero de 2011

Porto

La ciudad está hecha de pequeños encantos. Y es sincera. No esconde sus defectos y ofrece generosamente sus virtudes. Oporto le debe todo al río y sus casas y balcones invaden las colinas formando un muro de humildad a ambos lados del Douro. Los barcos rabelos acarician la desembocadura y traen y llevan los deseos y los recuerdos. Oporto no es refinada, pero sabe de costumbres y desafíos. Ciudad de contrastes que teje diariamente su vida en un eterno equilibrio entre lo alegre y bullicioso, cuando es bañada por el sol, o triste y melancólica cuando la bruma es espesa y gris y la cubre con la primera hora del día. En esta ciudad escondí un nombre escrito en una moneda de plata para un día volver.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por traernos un poquito do Oporto a los que nos quedamos...